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viernes, abril 01, 2005

No te da la gana de sacar la loba a pasear 1  

Esos días mi máxima preocupación era extender bien las capas de acuarela y conocer los comportamientos de cada pastilla de color. Mi máxima alegría era pensar que ya no tenía miedo del amor que sentía por las mujeres y que incluso me atrevía a usar desnudos femeninos como tema para mis lienzos. Aunque me molestaba un poco el hecho de estar desperdiciando lienzos de buena calidad con pastillas de acuarela infantiles. Estaban tan mal fabricadas que cada color tenía un comportamiento muy diferente.

Al color ojos verde marino había que escupirle e insultarle para dominarlo. El anaranjado labios, vecino suyo, era todo ojos y se escondía cuando atisbaba que las cerdas del pincel se le acercaban amenazadoramente. Para poder usarlo había que mirar distraídamente a otro lado y atinar con el pincel sobre la pastilla. En cambio, el color piel extremeña era muy sumiso. Aunque eso no servía de mucho porque siempre andaba tan desanimado que casi te convencía para no usarlo: “soy la pastilla más gastada, decía con tono apesadumbrado, prueba a imaginar pieles en otros tonos”. Por eso usaba los dos colores contiguos para cubrir a la mayoría de mis mujeres: el amarrillo desierto y el rojo carcajada. Este par de colores eran tan presumidos que se dejaban usar para todo. Les gustaba estar en el vientre, en los codos, en los dedos y plantas de los pies y en las nucas. Aunque, por supuesto, su posición preferida eran los pechos. Debo confesar que a veces me sentía molesta por su insolente actitud y que algún día sentí incluso celos por sus comportamientos con mis dibujos.

Mi relación con las acuarelas era casi diaria. Cuando me sentaba en el escalón de la puerta de casa a pintar, lo primero que hacía ponerme la bandeja de pinturas sobre las rodillas y repasar mis conocimientos para recordar perfectamente cómo tenía que recoger y extender los colores. Este paso previo era muy importante, ya que la acuarela es una técnica pictórica que da resultados muy difíciles de corregir. Tienes que calcular bien cuándo tienes que pintar con el siguiente color y a veces hay que hacerlo con rapidez para que no se seque la anterior capa.

En esas reflexiones me perdía habitualmente y, de forma también bastante frecuente, un profundo resoplido animal las interrumpía. El sonido tenía la mitad de un suspiro y la mitad de un gruñido, pero siempre conseguía helarme la sangre. Yo no quería volverme a mirar de dónde procedía, sino que prefería serenarme y seguir con mis pensamientos.


No te da la gana de sacar la loba a pasear ... 1, 2, 3 y 4.

escrito por Olga | 00:43  |

 

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