La televisión social 1
Creo que es interesante no renunciar ni a una televisión social ni a descubrir algún día planteamientos culturales o formas artísticas en su programación.
Me he propuesto especializarme como periodista en la información social y solidaria. Por esto, a la hora de elegir un periódico, una página de red, un manual periodístico o un programa de radio para comentarlo, trataré de buscar uno que se relacione con esta temática de forma directa o indirecta.
Así, a la hora de presentar una crítica sobre un programa de televisión, he decidido decantarme por “Andalucía Sin Fronteras”, boletín informativo que se emite en Canal Sur. Tras el análisis de un programa de televisión con finalidad social, he llegado a unas conclusiones que también presento como artículo.
Índice del análisis
Conclusión: LA TELEVISIÓN SOCIAL
No existe. Y la que existe no la conocemos. Tampoco circulan demasiados libros o escritos sobre una televisión social. Supongo que es algo tan utópico que no se ha planteado ningún estudio. Quizás quepa preguntarse no sólo si una televisión dedicada al desarrollo e integración social tendría éxito, sino que quizás primero sea necesario determinar si, la televisión es apropiada para convertirse en un vínculo social, teniendo en cuenta su propia naturaleza. Esto mismo se pregunta Silverio Barriga con estas palabras: “la TV, ¿es nexo de solidaridad entre los individuos u ocasión de ensueño y alejamiento de la realidad cotidiana?1”.
Según este catedrático, quienes consideran la televisión como fuerza absoluta y omnipresente, casi como máquina demoníaca, resaltan el carácter alienante de la televisión al llegar incluso a poder anular el pensamiento independiente y la voluntad. A juicio de Barriga, las ideas que conforman este juicio negativo sobre el medio inciden, además, “en la uniformización y alienación y en la unificación de los programas. La falta de diversidad y pluralidad informativas supone el empobrecimiento del sentido crítico tan necesario para acercarse empíricamente a la realidad”.
Por su naturaleza, la televisión no cuenta como la radio, ni explica como el periódico. La televisión sólo muestra. Mientras que la radio trabaja en el Aquí y Ahora, la prensa desarrolla el Ayer y Allí y la televisión sólo puede ofrecer un presente virtual.
de la Televisión es su propio éxito.
La configuración de un presente diferente, de una realidad alejada, casi suena a la creación de una dimensión extraña y desconocida. Aterra2. Sin embargo, huyendo de sentimientos timoratos, al fin y al cabo, la televisión, como los demás medios de comunicación, ni es ingenua o neutra en sus actuaciones, ni es esencialmente negativa en sus efectos, pero como todo medio puede usarse para fines muy diversos. Y además hemos de anotar que sus resultados dependen de variables contextuales en las que se hallan inmersos tanto los telespectadores como la misma producción y emisión del mensaje televisivo.
En mi fuero interno, a pesar de estas desesperanzadas divagaciones y estas dudas respecto a su naturaleza, sigo pensando que aún se ha de comprobar si es posible edificar una televisión social. Como defiende Barriga, “no podemos aceptar acríticamente la orientación negativista respecto a los efectos de la TV3”, se debe superar la crítica destructiva, adaptarse en lugar de rechazar el medio y apostar por renovarse en lo posible.
Pero, ¿por qué no existe esta televisión de calidad? Ricardo Vaca aporta una pista: “la televisión es idea y talento, ¿se imaginan que el vigor, la calidad de 13,5 horas al día –de antaño, hace ahora veinte años, sea igual que la actual con prácticamente ciento cincuenta horas de emisión por día como total de la oferta existente? (…) La oferta, en horas y minutos de exposición en pantalla, se ha multiplicado por 1.111 veces4”.
Ahí subyace en parte el problema: la televisión se ha desarrollado a velocidad vertiginosa cuantitativamente, pero no cualitativamente. La culpa de su mediocridad es su propio éxito. Esta expansión sólo se ha pensado a corto plazo: el sector se ha cegado con las posibilidades de difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación. Tras esa apresurada carrera hacia la grandeza de la cantidad, vemos a nuestra espalda un campo, tal vez de abundancia, pero de abundancia de lo vulgar.
En ese momento de reflexión no damos cuenta de que, como señala también Ricardo Vaca, “no hay valor más caro en el mercado que el proceso de creación. Crear, en sus distintas acepciones, es carísimo5”. Y nuestra respuesta es vender esa pobreza presentándola como si fuera lo mejor, lo más nuevo y la revolución. A partir de ahí se crea una ilusión de variedad y de calidad.
la elección de lo que vemos.
No basta con realizar esta crítica, hay que plantear propuestas. Silverio Barriga señala la que quizás deba ser la primera medida: “consideramos, incluso, que cabe emplear la TV no sólo como medio para objetivos externos a ella misma sino que la TV puede convertirse en el objetivo mismo6”.
Quizás lo primero, como formula este catedrático, no sea afrontar la creación de una televisión como vínculo social, sino encararse a la misma naturaleza del medio de una sencilla forma: “ilustrar sobre la TV, desencantar sus entresijos, etc. puede ayudar a tener una visión más crítica de la realidad presentada en el medio7”.
Y es que, ante una población eminentemente eidética, ante la cultura de la imagen, que hace de lo visual su principal fuente formativa e informativa, y ante ese jardín de la abundancia, no se puede abandonar al azar la elección de lo que vemos. Aparece un anhelo de, en general, unos medios de comunicación autocríticos y, en particular y sobre todo, una televisión que –por una vez– se observe a sí misma. Se trata de que la caja opaca de la magia visual se vuelva por fin transparente.
La forma material de que se dé esto sería, por ejemplo, no afrontar su definición con una campaña de imagen de marca o no explicar su historia a través sólo de programas nostálgicos.
Lo ideal sería crear un espacio televisivo sobre la misma televisión, no sólo sobre su historia, sino sobre su actualidad. El programa se dedicaría a analizar cada programa mostrando cómo se produce y cómo se debería quizás producir. Si mostrara los aspectos curiosos, fascinantes y hasta los más difíciles del medio televisivo, seguro que podría enganchar. Y, a la vez, generaría un interesante debate en el que se verían involucrados los espectadores. Sería a la vez divertido y valioso.
pero también una TV socializada.
Pero, a mi juicio, con él se produciría una paradoja: sería un programa de mucho éxito puesto que los telespectadores siempre hemos consumido mucha “televisión sobre la televisión” debido a nuestra admiración y curiosidad por el medio; pero probablemente el programa, al ser crítico incluso con su mismo canal, no duraría demasiado. Se entendería que un programa así sería como tirarse piedras a su tejado, en lugar de considerar lo positivo de la autocrítica y superarse gracias a ella.
Regresamos al mundo real, pero retenemos una idea gracias a esta divagación por la utopía: no sólo es necesaria una televisión social, sino que, a la vez, es necesaria la socialización de la televisión, como propone Ángel Benito8: “la socialización de los instrumentos informativos, aún a despecho de introducirme en el terreno de la utopía, debe considerarse en un triple plano: socialización del control, socialización de la gestión y socialización de la propiedad”.
La socialización del control, para Benito, es dar entrada a los servicios públicos en los dispositivos de vigilancia, a posteriori, de la acción informativa. La socialización de la gestión apunta a la necesidad de que los profesionales gocen de autonomía, para trabajar según su preparación, recogiendo las sugerencias y las demandas de los públicos. La socialización de la propiedad consistiría en convertir a las audiencias en propietarios de los medios.
La televisión debe estimular, tanto en sus asuntos internos y los externos, la participación negociadora ante las diferencias personales. Porque, de lo contrario, tal y como señala el profesor Barriga, “en vez de favorecer la puesta en común de las diferencias y la innovación, se recompensa el conformismo que evita la crítica e impide el cambio social”9.
En resumen, se trata de alcanzar una televisión en la que tantos sus empleados como sus consumidores tengan voz y voto. Una televisión no sólo social, sino socializada.
NOTAS
1, Silverio Barriga en AAVV: Nuevos retos para las televisiones y radios autonómicas. Página 26.
2, Seguro que estos planteamientos de la naturaleza de la televisión, igualmente aplicables a Internet, tienen reminiscencias del filme “Matrix”.
3, Silverio Barriga en AAVV: Nuevos retos para las televisiones y radios autonómicas. Página 29.
4, VACA BERDAYES, Ricardo: Quién manda en el mando. Página 52.
5, Ídem. Página 53.
6, Silverio Barriga en AAVV: Nuevos retos para las televisiones y radios autonómicas. Página 32.
7, Ídem.
8, Ángel Benito en AAVV: Nuevos retos para las televisiones y radios autonómicas. Página 79.
9, Silverio Barriga en AAVV: Nuevos retos para las televisiones y radios autonómicas. Página 35.
Fuentes
Bibliografía
Internet.
La televisión social 2
0 Comentarios:
Publicar un comentario
<< Regresar