Visita a la judería de Jaén
JAÉN.- Ayer con la asociación Iuventa estuvimos paseando por la judería de Jaén. A través de cuentos y leyendas nos explicaron algunos datos de nuestra desconocida, poco estudiada, poco cuidada y poco explotada judería.
Esta asociación está trabajando para revitalizarla y darla a conocer a través de charlas, publicaciones y muchas visitas.
Eva de Dios, la guía, nos apuntó muchas curiosidades. Por ejemplo, que para localizar mejor qué es judería y qué no, a las calles que pertenecen a ella les han puesto placas especiales con los colores de la bandera, la estrella de David (aunque es un símbolo que les representa sobre todo desde el nazismo, no desde la época en que ellos estuvieron más por aquí) y una grafía cercana a la suya. Las placas son obra de los alumnos de la escuela de artes y oficios José Nogué.
Un detalle interesante es el nombre de esta calle. Dice Eva que en la época de la expulsión y persecución de los falsos conversos, los judíos llamaron a sus barrios y calles principales barrio o calle de la Santa Cruz, de tal manera que parecieran lo más cristianos de todos.
Es graciosa la anécdota de la desaparecida iglesia Santa Cruz, anteriormente sinagoga, que tenía tan poco público (los conversos no lo eran realmente) que sólo se celebraba una misa cada tres meses.
Por cierto, en la calle más estrecha de Jaén no se puede abrir un paraguas.
Me quedo con la leyenda del Cristo de las Injurias o Cristo de la Tarima. Cuenta que un comerciante converso tenía ante su tienda una gran tarima de madera en la calle Maestra, de manera que a todos los clientes les hacía pisarla para pasar al local.
Un día, un señor pasaba por la calle con una gallina viva, se le escapó y se le escondió debajo de la tarima. El señor le pidió al comerciante que levantara la tarima para recuperar al animal, pero él se negó como si le fuera la vida en ello.
Después de mucho discutir, el hombre hizo a un lado al comerciante y levantó él mismo la tarima... encontrando al otro lado de la madera la imagen pintada de un cristo que, cada vez que alguien entraba en el comercio, era pisada.
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