Tecnología de farolas
- Yo duermo en el mejor sitio del parque –me comentó Galo-. Y, si te das cuenta, aunque el césped es grande, siempre me coloco en la misma posición y con la misma orientación. ¿Sabes cómo?
Miré a todos lados, con la primera sensación de que Galo estaba zumbao, pero al momento me di cuenta de que tenía razón y de algo aún más sorprendente: no tenía ni idea de cómo había llegado a tal perfeccionamiento en retomar la posición.
- ¡Joer!, ¿y cómo haces para colocar el colchón siempre en el mismo sitio?
- Fíjate en esos dos árboles –dijo con aire misterioso señalando dos ejemplares colocados cada uno en un costado-. Me he puesto justamente de manera que ambos me tapen las farolas más cercanas a esta zona, así puedo dormir mejor.
Inmediatamente, me fijé en que justo en la intersección de las sombras de ambos árboles estaba el colchón de Galo. Era igual que en las películas, cuando el tesoro está marcado con una equis. Pues Galo tiene marcada “su cama” con una gran equis formada por las sombras.
De la cantidad de detalles curiosos que tiene la vida en la calle me llama la atención la crueldad de las farolas. Siempre están ahí, molestando incesantemente al que duerme, como si le sometieran a un interrogatorio o como si le señalaran con el dedo por su situación.
Nunca había pensado que, si te vas a dormir a la calle, es difícil hacer un gesto que todos hacemos cuando estamos en la cama: apagar el interruptor de la luz.
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