¡Gol!
Ayer estuve en la presentación ante su afición de la selección española de fútbol calle. Ahí es nada. Se trata de un equipo formado por gente sin hogar que viaja a Suecia para disputar el II Campeonato de Fútbol Calle para personas sin hogar. Lo cierto es que fue un acontecimiento bastante mediático. Está claro que una idea tan original, aunque sea de un tema social, reúne a tanto micrófono como las migas de los chaveas convocan a los patos del parque de La Victoria de Jaén.
Aquí entre nosotros, ahora que nos han dejado solos, tengo que confesar que me emocioné bastante. Desde hace un tiempo estoy saliendo con un grupo de gente a visitar a personas sin hogar y hace unos meses había desaparecido un chico muy joven de una zona que visitamos a menudo: el parque de Berlín. “¿Dónde anda el Chino?”, nadie lo sabía. Los últimos días que había hablado con él me había comentado que estaba harto de la tensión que se vivía en el parque. Tanta gente, tantos problemas, tanto molestar. Las chispas le salían de los ojos cada día que me contaba un cabreo con uno o con otro. Pues ayer me encontré con el Chino. Es nada menos que el número 8 de la selección española. Ea.
En el pabellón donde se presentaba la selección, la hiperactividad de su cuerpo no salía como chispas de sus ojos, sino que no paraba de pegarle pepinazos al balón, tratando de demostrar ante los medios de comunicación su potencia, el esfuerzo que ha hecho. “¿Sabes? ¡Ahora estoy en albergue! … Luego, cuando vuelva, con mucha paciencia, mucha paciencia, pues a ver si cae lo del piso… como una sorpresa… Claro, empezaré a buscar un curro, a ver qué sale”.
Esto no tiene demasiado que ver con la bitácora, pero me apetecía contarlo. El caso es que me sentí muy orgullosa de él y, a la vez, también me sentí todo lo molesta que se puede estar por no haber podido formar parte de esa historia. Es algo que me pasa a menudo: me gustaría haber vivido una experiencia así, me da envidia y me desagrada ser ajena a ciertas cosas por ignorancia, por no haber salido la oportunidad o por lo que sea.
El caso es que salí del pabellón y pensé que suena muy bonito y también algo ajeno eso de la integración por el deporte, pero que de verdad funciona. “Ahí estaba el Chino”, me decía.
Pero, de repente, me paré y pensé que... que yo también lo he vivido. Fue raro darse cuenta de cuánto escribo de gente que ayuda a otra gente y encontrarse de repente con la idea de que hay algo-alguien similar que me ayuda a mí. Lo siento, pero esto sólo lo van a entender los amigos íntimos… ¡El caso es que yo también juego con un equipo muy peleón!
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