Los impertinentes
"Sebastián_N._Lalaurette"wrote:
Hacía un tiempo que no visitaba tu página (la bitácora sí, pero no la página en cjb.net). Y me encontré con esta pequeña reflexión tuya.
Es cierto que ante ciertos extremos uno no sabe qué preferir. Yo, personalmente, me quedo con David Rojo; es preferible la impertinencia, incluso la falta de respeto y la manipulación del entrevistado, a la sumisión y la manipulación de la verdad.
Ojo, ni por asomo estoy diciendo que lo de Rojo me parezca bien. Digo que es el mal menor.
Ambos son caminos sin retorno, sí. Pero el segundo me parece mucho más terrible.
Y sin embargo, ¿no hay un consenso social que lo sustenta?
Sería bueno preguntarles a los alemanes (no a los políticos ni a los periodistas, sino a los verduleros y estudiantes y oficinistas alemanes) qué piensan del asunto.
A lo mejor ellos están perfectamente advertidos de esto y toman con pinzas todo lo que venga de la prensa, leyendo entre líneas lo que les conviene. O a lo mejor no.
Saludos,
Sebastián
Sí, tienes razón en que la mayoría de las veces es preferible arriesgarse. Creo yo. Hay también quien concibe el periodismo sólo como el que dice lo que nadie sabe, lo que se oculta, vamos, eliminando de una patada todo relato de la realidad (el periodismo costumbrista, fuera).
Lo cierto es que no sólo me preocupa la eticidad del asunto, sino la imagen que crea de la profesión. Gracias a ejemplos como tan polémicos como éste, la visión del gremio desde la sociedad no es muy grata. Perdemos credibilidad y en el día a día es corriente la antipatía y el rechazo para hablar con periodistas, incluso para temas en los que no se oculta nada.
Sería interesante empezar a cambiar el chip y exigir periodistas más intrépidos. Que, por nuestra profesión, como quien dice, se nos permita un cierto grado de "impertinencia".
El equilibrio entre impertinencia y callar cosas por respeto es tan difícil...
Como tu mensaje me parece interesante, si no te importa, lo cuelgo en la bitácora. Si te molesta me avisas y lo quito enseguida.
Un abrazo,
Olga
<< Regresar