El trabajo bien hecho
Soy enemiga de las cosas tan manidas como aquello del trabajo bien hecho, frase que parece un eslogan publicitario. En general, todos los periodistas deberíamos sufrir sarpullidos con esas modas lingüísticas y tópicos.
Pero me queda el alivio de que si voy a usar la expresión es porque le doy un significado.
La última sensación que he tenido en las prácticas ha sido la de odio a las prisas. Antes quería hacer más, hablar más. Ahora prefiero hacer poco pero tenerlo todo bien documentado, preparado, ensayado.
Aunque, la verdad, no sé qué es preferible. Porque siempre será importante hacer mucho micro, lanzarse al vacío. Antes en Radio Complutense y en la universidad tenía mucho más tiempo para pulir las cosas, pero a la vez echaba en falta participar más.
Y ahora en cambio me gustaría preparar cosas más elaboradas. ¡Añoro el reportaje de investigación!, añoro dedicarle una semana a algo.
La cosa se me dibuja como dos cubos de agua que se reparten la cantidad de agua que cabría en uno solo. Si le echas más agua al tiempo que pasas ante el micro, le quitas agua al cubo del trabajo bien hecho.
Uh-uh... qué idiotez más grande. Ya me las apañaré.
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